No quiero echar más leña al fuego colocando aquí el video de Cho Seung-Hui sobre la matanza en el Virginia Tech, ni alegar que lo que ocurrió fue sólo producto de su conducta delirante y terrorífica. No, el problema de fondo aquí es otro que atañe a la sociedad norteamericana por completo y ni siquiera es un punto de reflexión en aquel país. Es la posesión de armas a la que puede acceder libremente cualquier ciudadano.
En este caso, Cho es tan sólo un síntoma de lo que ocurre en los cimientos de la patria de Jefferson y Washington. En EEUU, según la constitución, cualquier ser humano, alegando legítima defensa puede adquirir un arma como si comprase un litro de leche. Por supuesto, esto conduce a que algún individuo desequilibrado pueda convertirse en algo que no es desconocido para los estadounidenses, un serial killer.
Tomando en cuenta que esto ocurre en un contexto donde los ultraconservadores gobiernan, con Bush a la cabeza y guerra de Irak de fondo, así como el poder que tiene la NRA (National Rifle Association) en ciertos nichos de la opinión pública americana, con su insólito presidente honorario, el actor Charlton Heston, no es de extrañar que en los medios del norte no se de un debate serio y profundo sobre esta situación tan deplorable.
Los medios sólo han explotado las perversiones y desequilibrios mentales de Seung-Hui y de manera insistente han mostrado el video que envió a NBC antes de perpetrar el horrendo crimen, con amenazas hacia los ricos estudiantes del instituto y la rabia acumulada por la discriminación de la que dijo era víctima por ser parte de una minoría.
Además, el indescriptible testimonio del vendedor de armas, que sin empacho señaló que vendió el arma al estudiante porque los papeles necesarios estaban en regla y sabiendo que tenía antecedentes de acoso, los ignoró porque "parecía normal", todo esto lo dijo con una pistola que lucía orgulloso en su cinturón.
La actitud del estudiante de origen surcoreano nos lleva a hacer un paralelismo con los kamikazes del radicalismo islámico, que aún beneficiándose de los adelantos tecnológicos proporcionados por la cultura occidental, atentan contra ella y consideran que está carcomida y perversa, por valores que no consideran "buenos" o "puros", imponiendo, claro está los suyos a la fuerza.
Estas son las contradicciones dentro del imperio más grande del planeta, por un lado se "exporta" un modelo de democracia perfecta a países que jamás han tenido una experiencia cercana a un sistema de libertades ciudadanas; y por el otro, dentro de ese sistema tan admirado por Alexis de Tocqueville, las minorías no tienen derechos completos y la violencia individual tiene tanto poder como las Fuerzas Armadas.
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